Albert Serra encandila al público cocherista

Albert Serra encandila al público cocherista

El Director de ‘Tardes de Soledad’ fue el invitado en la entidad bilbaína

Albert Serra, que se encuentra en plena carrera por el Óscar 2026 al mejor documental por “Tardes de Soledad”, ha compartido con los socios y socias del Club Cocherito de Bilbao su visión sobre el toreo, el cine y la vida en el coloquio celebrado en la noche del viernes día 12 de diciembre. El galardonado director (además de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián ha ganado el premio Douglas Edwards, a mejor película experimental, que otorga la crítica de Los Ángeles) estuvo acompañado de sus amigos Víctor Vázquez, profesor de Derecho Constitucional y aficionado taurino, y Salvador Boix, músico, escritor y apoderado del diestro José Tomás.

Reconocimiento internacional

La comentarista cinematográfica Begoña del Teso, que condujo el coloquio en compañía de Rafael Ferrer, miembro de la Junta Directiva del Club Cocherito, inició su exposición con una referencia a “Tardes de Soledad” y destacó el reconocimiento que la película ha tenido en el extranjero. Preguntado por ello, Albert Serra señaló que en los países no taurinos el debate “toros sí – toros no” carece de interés; se centran directamente en el análisis artístico del filme, que les sorprende por descubrirles la profundidad de la tauromaquia, que se suele percibir como algo folclórico. Por el contrario, se puso de relieve que la película muestra la seriedad y trascendencia del ritual y el compromiso del torero, que renueva cada tarde y en el que la muerte está siempre presente, dándole un carácter dramático.

Película para cinéfilos

La opinión asentada en el coloquio reflejó que la película es más para cinéfilos que para aficionados. De hecho, en un principio se contó con algunos operadores que procedían de las retransmisiones de las corridas por televisión, pero pronto se vio que su forma de rodar ofrecía unas imágenes de un tipo ya visto, que no eran lo que buscaba el director. El mejor resultado se consiguió con operadores de cámara que carecían de experiencia previa en lo taurino.

Se dijo, al respecto, que la cuestión es que no se pretendía mostrar lo que se ve en una retransmisión televisiva, sino otra cosa, y que había que usar otro lenguaje. Lo corroboró Salvador Boix, que hizo un papel definible como asesor taurino de la película. Éste veía cómo su criterio y el de Serra no coincidían durante el montaje: escenas de gran valor taurino para el aficionado, “no servían” para lo que el director trataba de mostrar, y viceversa.

También se expuso que la película cae en una cierta repetición, pero que esto es algo buscado. Por dos razones: es la propia repetición un día tras otro, un toro tras otro, la que evidencia el compromiso del torero; y la propia corrida es repetición.

La sangre, la muerte del toro y la luz

Surgió, asimismo, el tema de la sangre, que no se oculta en ningún momento, y que para Albert Serra tiene un gran valor estético. La propia muerte del toro le parece que encierra mucha poesía. Preguntado, precisamente, por la poesía que encierra su película, se recordaron diversas escenas. Una mirada del toro fija en la cámara, el torero solo con el toro en una toma en que únicamente se ve arena, sin tablas ni público; el efecto de la luz artificial sobre el traje interactuando con la luz natural…

Serra evocó especialmente la caprichosa paleta de colores en movimiento que en una escena representa un toro berrendo con las diferentes tonalidades de su propia piel, la tierra que lleva pegada y la sangre de distintos matices entre el rojo y el casi negro, dependiendo de su grado de coagulación.

Volviendo sobre la luz, otra escena de gran valor estético que se recordó fue el final: los saludos de despedida entre matadores y cuadrillas al terminar una corrida, en la que, por puro azar, coincidió que los trajes de luces ofrecían una gama de colores espectacular y que se pudieran rodar con esa especial interacción entre luz natural y luz artificial.

Se explicó ante el público cocherista que se grabaron escenas nocturnas de aprendices de torero dando pases en el campo, a la luz de la luna. La preparación de esa filmación costó entre 150.000 y 180.000 euros, para luego descartarse por la ausencia de sangre y porque las imágenes, aunque de gran belleza plástica, no provocaban miedo. Solo se aprovecharon unas breves tomas, al principio de la película, en las que aparecen unos novillos en primer plano.

Los diálogos de la cuadrilla

La tensión que generan las imágenes en el espectador y cómo conseguirla, tanto durante el rodaje (las distintas maneras de encuadrar las escenas) como, sobre todo, durante el montaje, fueron temas recurrentes. Pero esa tensión tiene un contrapunto esencial: los diálogos de la cuadrilla.

Esas conversaciones fueron una sorpresa descubierta al iniciar el montaje (no se habían escuchado hasta ese momento). Una agradable sorpresa que, como se dijo en el coloquio, ofreció un aspecto no planeado de espontaneidad, incluso de comicidad, a veces de dramatismo, como se reflejó en los comentarios (“¡La vida no vale nada!”) tras la dramática cogida de Santander. De humanidad, en suma.

El protagonismo de Roca Rey

Fue esencial para el éxito de la película la elección de Roca Rey. Al ser el compromiso con el ritual y con la exposición recurrente al peligro un tema esencial de la película. Contar con alguien que, además de dar bien ante la cámara, transmite ese misterio, ese hieratismo y esa concentración permanente que emanan del diestro peruano. Eso permitió la transmisión de ese mensaje de una forma que, en opinión de Albert Serra, no hubiera sido posible con otro torero. Además, su toreo de cercanías da facilidades al operador en el momento de rodar.

También, la propia cuadrilla, no pareciendo ni en lo físico ni en cuanto a personalidad diferente de otras cuadrillas grabadas durante el rodaje, generaron unos comentarios y una interacción que las otras no ofrecían. En relación con este punto, el director comentó cómo, en su opinión, el desempeño de su profesión produce en los subalternos efectos, incluso en su apariencia física, que evocan tipos populares que se sitúan en otra época.

El apoderado

A preguntas del público se comentó el papel del apoderado, que tiene una presencia en segundo plano (con su imagen reflejada en el cristal del coche de cuadrillas) pero que, en lo poco que habla, causa una gran impresión. Ante las reflexiones del torero, que no acaba de entender cómo ha podido salir con vida de la violentísima cogida de Santander, cómo ha podido tener tanta suerte, Roberto Domínguez le dice: “siempre vas a tener esa suerte, porque te la mereces”. Las implicaciones de esa frase, confesó Albert Serra, le han provocado a él mismo una serie de reflexiones de calado.

Finalmente, se hizo alusión al montaje inmersivo “Tauromaquia” que, protagonizado por Pablo Aguado, utiliza otras escenas rodadas al mismo tiempo que las de “Tardes de Soledad” para proporcionar una experiencia inmersiva mediante el uso de dos pantallas que emiten imágenes diferentes y que, esta vez sí, buscan mostrar más el aspecto más “artístico” (desde el punto de vista del aficionado) del toreo. Tauromaquia se presentó en Bruselas en el marco del festival “Europalia”, se está exhibiendo también en Beijing y se negocia su posible visionado en Japón.

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