Soria, en pie: Tauromaquia, cultura y lealtad cuando llega el frío
Artículo de José Luis Chaín sobre la época otoñal e invernal en Soria
Hay territorios que presumen de ser cuna del toro, y a mucha honra. Soria lo fue y ya no lo es, aunque sí perdura su proclama como Tierra Taurina.
Porque, sin embargo, pocas tierras hay hoy tan fieles a la Tauromaquia como esta cuando el calendario se apaga, el frío entra en los huesos y el ruido se marcha a otros foros.
Porque la Tauromaquia, cuando es cultura verdadera, no vive solo de carteles estivales ni de tardes de sol. Vive -sobre todo- de otoños e inviernos, de hombres y mujeres que sostienen la llama cuando nadie mira, de asociaciones que trabajan sin alharacas, sin subvenciones estruendosas y sin más recompensa que la conciencia tranquila de estar cumpliendo con su deber cultural.
Y ese deber, en Soria, se cumple con creces.
Noviembre
Desde el mes de noviembre, la provincia ofrece un ejemplo que debería ser estudiado y reconocido. La Peña Taurina Soriana, con sus tres actos de apertura de curso, vuelve a marcar el rumbo, recordando que la afición no es una estación, sino un estado permanente. A su lado, la Peña Taurina El Pacharán de las 6, sumando desde el primer día, demuestra que el relevo generacional y la hermandad entre aficionados no son un eslogan, sino una realidad viva.
Diciembre
Llega diciembre, y con él la Asociación Taurina Celtiberia, que se niega -con razón- a que la Navidad sea tiempo de olvido. Su afianzado ciclo taurino navideño no solo dignifica la Fiesta, sino que la sitúa en el lugar que le corresponde: el de la reflexión cultural, el análisis y la transmisión de valores. Mientras otros esconden sus tradiciones, aquí se explican, se defienden y se celebran.
Enero
Y enero remata el trimestre con la entrega de los Premios Taurinos del Hotel La Barrosa, de Abejar, ya consolidados como reconocimiento serio, honesto y necesario. Premios que no buscan titulares fáciles, sino justicia taurina; no buscan complacencia, sino criterio.
Toro de Júbilo
Pero si todo ello es meritorio, noviembre alza la voz con una fuerza aún mayor cuando Soria, unida, sale en defensa de uno de los ritos culturales más antiguos, complejos y malinterpretados de cuantos existen: el Toro Jubilo de Medinaceli.
Ahí ya no hablamos solo de afición. Hablamos de custodia cultural.
Guardianes de un rito
Las asociaciones taurinas sorianas -todas ellas, sin fisuras- comparecen entonces como lo que son: guardianes de un rito ancestral, profundamente simbólico, comunitario y arraigado. Lo defienden con firmeza, sin complejos y sin pedir permiso, conscientes de que proteger el Toro Jubilo es proteger una forma de entender el mundo, el tiempo y la relación del hombre con la tradición heredada.
Porque el Toro Jubilo no se improvisa ni se explica en consignas. Se comprende desde la antropología, la historia y el respeto a los pueblos que aún saben quiénes son.
Las raíces
Y en ese ejercicio de resistencia serena -en ese mantenerse firmes cuando arrecian las campañas de señalamiento y el desconocimiento- Soria vuelve a dar una lección. Una lección de dignidad cultural, de amor a la tierra y de compromiso con sus usos y costumbres taurinas.
Mientras otros renuncian, aquí se sostiene. Mientras otros callan, aquí se razona. Mientras otros se esconden, aquí se comparece.
Por eso este trimestre taurino soriano -de noviembre a enero- merece algo más que aplauso interno. Merece ser pregonado a los cuatro vientos como ejemplo de que la Tauromaquia no es una moda, sino una raíz. Y de que, cuando llega el frío, solo permanecen quienes de verdad creen.
La Soria Taurina cree. Y por eso sigue en pie.
José Luis Chaín